CAPÍTULO UNO
“El padre Garçi Sánchez… ques de los primeros que entraron en esta tierra es muy honrrada persona y a bibido muy bien, [pero] sus reprehensiones y amonestaciones en esta tierra no fueron oydas… y un día que entró el capitán [Benalcazar], en un pueblo çerca de esta ciudad [de Popayán], saliendo los yndios de paz, entraron por ellos alançeando y matando y no se podiendo sufrir este buen padre de ver tanta crueldad se fue al capitán y le dixo porque hazeis señor tanto mal syn causa nyrrazon y le respondió que porque le temiesen no devía de entender quanto más vale un amigo por obras que no por malos tratamientos y miedo”
Carta del Adelantado Pascual Andagoyaal emperador Carlos V.
15 de septiembre de 1540
Aquel valle feliz del cual cantaba el poeta Julio Arboleda tener tierras onduladas y plácidas colinas dio asiento a la hermosa ciudad que hoy conocemos. El valle de Pubén, como se conocía este lugar entre los habitantes precolombinos, fue siempre un sitio estratégico para los nativos, adornados con boscosa vegetación sus cerros, manantiales proverbiales que corrían por la llanura y una hermosa laguna que aceptaba las aguas diáfanas de varios afluentes.
Cuando llegaron los españoles a estas latitudes encontraron poblado todo el extenso territorio por tribus independientes en ambas márgenes del río Cauca. Desde tribus feroces de la cordillera, como los pijaos y los pantágoras, que pasaron a la historia por sus lides cruentas, porque su oficio era, sobre todo la guerra, hasta
pueblos menos belicosos como los pubenenses que habitaban el valle que nos ocupa con no menos de diez mil nativos (Arroyo, 1955). Su economía era básica, fundamentada en la incipiente agricultura de las laderas y aunque trabajaban el oro ya sabemos que su valor estaba asociado al culto de los dioses y los muertos y al embellecimientode las personas más que al comercio.
Los primeros españoles que atravesaron este valle fueron Juan de Ampudia y Pedro de Añasco que, enviados desde Quito en 1535 por Sebastián de Belalcazar, teniente General de Francisco Pizarro, hicieron un viaje de reconocimiento por donde pasaron haciendo una inspección del lugar. Los cronistas de la época no son benévolos en la descripción de sus hazañas pues muchos años después aún estaba patente en la memoria de los pueblos y de los testigos españoles la desolación que dejaban a su paso y los ánimos adversos que suscitaban en los indios al imponer su fuerza desmedida. Así lo revelan las apreciaciones sobre Ampudia en los escritos de Marcos de Niza, Bartolomé de las Casas y Alfonso Palomino. Inicialmente, llegaron hasta Anserma y cuando al año siguiente los encontró Belalcázar ya habían fundado una villa que él mismo trasladó el 25 de julio de 1536 a un lugar que antecedió el asentamiento final de la ciudad de Cali.
De regreso al sur, el 13 de enero de 1537, Sebastián de Belalcazar fundaba Popayán en aquel hermoso valle por donde había ya pasado en su camino hacia la conquista del norte de la Provincia de Quito que, finalizada aquella, llegó hasta el actual departamento de Antioquia. Había llegado, seguramente, a las inmediaciones del valle en las postrimerías del año 1536 como varios autores refieren, entre ellos Pedro Simón, Cieza de León y Juan de Castellanos (Aragón, p. 30), concluyendo incluso que fue en diciembre la fundación de la villa.
Según Arroyo (1955), “una vez que Belalcazar recorrió el país desde el Carchi hasta Anserma, supo que el sitio más apropiado para su futuro gobierno era el Valle de Pubén” (p. 195). Y así lo hizo. Antes de seguir su camino hacia Quito, donde se le encuentra a mediados de 1536, dispuso que el tiempo que los separaba del 15 de agosto de ese mismo año, fecha en la que se llevarían a cabo los actos protocolarios de fundación, fuera invertido en la pacificación total del lugar, la división de solares – cosa que acaeció el 9 de abril de ese año-, y la construcción de algunos ranchos de paja incluida una capilla para la celebración de la Misa que acompañaría los actos.
En el acta de fundación había decidido Belalcazar que “por nuestra Sancta Fe Católica mando que en el solar y sitio que do se funde edifique la iglesia mayor de esta ciudad y se ponga por nombre Nuestra Señora del Reposo porque ella sea ayuda y favor contra nuestros enemigos” (Citado por Arboleda, 1966, p.8). La fecha de esta fiesta mariana de Nuestra Señora del Reposo, llamada también Tránsito de María, Dormición o Asunción, se celebra en la Iglesia desde época inmemorial el 15 de agosto. Así pues, cumplidas las indicaciones del fundador, y llegada la fecha preestablecida, se llevaron a cabo los actos protocolarios de fundación y la liturgia fue celebrada por el padre García Sánchez en el humilde templo del lado sur de la futura plaza. Así fue como la villa empezó a ser conocida con el nombre de Asunción de Popayán.
Ya para 1538, el 26 de junio, recibía Popayán el título de ciudad por cédula Real y en enero de 1539 se convertía en centro fiscal de la provincia, incluida Quito, de modo que en ese año tuvo todas las prerrogativas para que en este territorio fuera creada una gobernación autónoma que llevaría el mismo nombre de la ciudad (Friede, 1962). La estrategia de Belalcazar era clara: si bien es cierto que el territorio tenía una considerable extensión y se podía autoabastecer, también era claro y para él urgente, que se decidiera una separación del gobierno de Quito que lo ponía en calidad de súbdito frente a Pizarro. Por tal motivo viajó a España en 1539, en el famoso viaje con Gonzalo Jiménez de Quesada y Nicolás de Federman de donde trajo, al año siguiente, la Cédula Real fechada el 10 de marzo de 1540,en la que se creaba la Provincia de Popayán y se le asignaba el título de Adelantado y Gobernador Vitalicio de dicha provincia.
Debido al espíritu de la época, a Belalcazar no le bastaba con tener independencia civil si seguía siendo subordinado a otra gobernación en lo eclesiástico; razón fue ésta para que el Conquistador empezara a acuciar la creación del episcopado en Popayán. En el Archivo General de Indias encontramos varios testimonios de las diligencias de Belalcazar alentando en cartas a Su Majestad Carlos V para que solicitara la creación de la diócesis al Romano Pontífice; por ejemplo, el 9 de noviembre de 1543, solicita el nombramiento de obispo de Popayán en la persona de Fray Hernando de Granada (AGI, Quito, 16, R1 N1), misionero mercedario en Popayán que había llegado en 1540 con el mismo Belalcazar desde España y le había sido de gran ayuda para apaciguar los ánimos de los ibéricos en Cali fraccionados en bandos de Lorenzo de Aldana y Pascual de Andagoya hasta convencerlos de la sumisión al recién nombrado Gobernador, según nos lo cuenta el padre Bueno (1945) en su extensa obra histórica del Obispado de Popayán.
A medida que el Nuevo Mundo se iba expandiendo a través de la conquista, la división de gobernaciones y obispados facilitaba la administración del territorio, a la vez que favorecía económicamente a los gobernadores; en ese orden de cosas, como afirma Friede (1962),
“El 12 de febrero de 1546 se inicia la autonomía de la Iglesia americana al separar el Papa las diócesis erigidas en América de la Sede Metropolitana de Sevilla, de la que eran sufragáneas. Se crean tres arzobispados, los de Santo Domingo, México y Lima” (p. 68).
Conociendo estas noticias supo Belalcazar que sería pronto escuchado su deseo. En efecto, la solicitud se vio realizada en el consistorio del 20 de agosto de 1546 y materializada en la Bula de Erección de la Diócesis “Super Specula Militantis Ecclesiae” del 27 de agosto de ese mismo año. Una Cédula Real de Felipe II en 1584 confirma la fecha, indicando que Popayán, como jurisdicción eclesiástica segregada del obispado de Quito, y sufragánea de la Arquidiócesis de Lima,debía serloahora de Santa Fe. Allí el Rey declara:
“La Provincia de Popayán por ser grande y muy poblada erigió en Obispado, a instancia de la Majestad del Emperador y Rey mi Señor y Padre, que está en gloria, en 27 de agosto del año pasado de 1546 Pablo III, que a la razón presidía la Iglesia de Dios” (Hernáez, 1879, p.148).
No obstante, esta fecha, defendida por Friede (1962) en su estudio biográfico del primer obispo de Popayán, ha sido largamente discutida ya que la tradición que brota de las traducciones de la bula original latina data el acontecimiento el 1 de septiembre. Según el biógrafo de Juan del Valle se trataría de un error común en las dos traducciones de la bula de erección, llevadas a cabo en Popayán el 3 de enero de 1619 y el 31 de mayo de 1722; sin embargo, más que pensar en un error de traducción, difícil de suponer – aun cuando no imposible – en latinistas eclesiásticos que conocían el idioma, no podemos olvidar que, cuando se trata de datar algunos acontecimientos de la época colonial, nos encontramos con informaciones diversas derivadas de procesos también diversos de un mismo acontecimiento, según la usanza de la época. Al respecto, en cuanto a la creación de obispados, siguiendo las disposiciones del patronato real, se usaban muchas formalidades que hoy pudieran pasar por solo burocracia; en la actualidad, los procesos son mucho más sencillos pero en la praxis antigua el Consistorio para crear un nuevo obispado se reunía en una fecha determinada y estaba seguido por diversas bulas fechadas en días sucesivos. Más tarde se databa la ejecución de las decisiones, como si se tratara de la primera disposición.
En el caso de Popayán, como lo hemos anotado, el consistorio se realizó el 20 agosto de 1546 en Roma presidido por el Papa Paulo III, luego de la solicitación del Rey; subsiguieron cinco bulas que fueron la de erección, la destinada a Juan del Valle preconizando su elección como primer obispo, la destinada al clero de Popayán y las correspondientes al Arzobispo de Lima y al Emperador Carlos V. Por ello han pasado a la historia diversas fechas de erección según las bulas y destinatarios; así es como el Rey Felipe II no se equivocaba al decir que su padre había alentado la erección que se dio el 27 de agosto. Y no se equivoca al escribir Don Juan del Valle que la erección se dio el 1 de septiembre. Lo cierto es que esta última fecha ha quedado como canónica y es la usual hasta este momento.
Un pastor, defensor de Indios
La solicitud de Belalcázar se escuchó en el Palacio Real y en la Sede Apostólica, aunque en parte. Como ya aludimos, tenía razones de sobra para haber sugerido el nombre de Fray Hernando de Granada, quien después de acompañarlo en varias correrías desde 1540 había prestado su apostolado en esta ciudad hasta 1544 cuando el mismo Belalcázar lo envió a España, de donde no pudo regresar, con cartas de recomendación para este objetivo. El obispado para el mercedario de Granada era, apenas lógico para Belalcázar, una recompensa a la fidelidad de su capellán; sin embargo, esta petición no fue escuchada y más bien el encargo de pionero en el ejercicio del ministerio episcopal recayó,como lo anotamos atrás, en Juan del Valle, un sacerdote de Segovia (España) que “lo sacaron de las disputaciones y sesiones de Salamanca…” y como él mismo se describe con sobriedad, se consideraba “inútil e inhábil para execución de cosa de tanto peso” aunque
“A petición y elección de los Señores Reyes, Nuestro Sumo Pontífice Paulo Papa tercio, condescendió con paternal afecto como es razón, nos envió letras apostólicas por las manos reales, las cuales letras fechadas a 1º de Septiembre de 1546 y escritas en pergamino con el nombre romano pendiente del sello apostólico en hilos de seda de colores rubio y colorado, sanas, enteras, no viciosas ni sospechosas en parte alguna nos presentó el Secretario Real…”. (ACC Sig.: 4813 (Col. C II -15 g).
El 26 de mayo de 1547 una Bula papal autorizaba a Juan del Valle para que se consagrara ante un solo obispo, acontecimiento que se llevó a cabo el 27 de agosto siguiente y en Aranda del Duero, Obispado de Osma, España, el 8 de septiembre del mismo año se llevó a cabo la erección del obispado de Popayán estableciendo su organización interna. Ese mismo día, después de los actos protocolarios, como se acostumbraba debido a la distancia entre América y Europa, después de tomar posesión canónica, escribió una carta destinada a los interesados del asunto en Popayán, misiva que reposa en copia original en el Archivo Central del Cauca (V. doc. 4822, C I-11n).
A la nueva Diócesis se le fijaron los mismos límites que tenía la Gobernación y son los que en la actualidad corresponden a los departamentos de Nariño (excepto la región al sur del río Mayo), Cauca, Valle del Cauca, Chocó, Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío y Huila. A ese vasto y agreste territorio fue al que Juan del Valle llegó en 1548 para tomar posesión definitiva de su obispado. Con el paso de los siglos y los años esta amplia extensión de la otrora Diócesis de Popayán fue dando nacimiento a lo que hoy son 27 circunscripciones eclesiásticas divididas en 5 arquidiócesis, 20 diócesis y 2 vicariatos apostólicos, correspondiente geográficamente a un tercio de la actual Colombia.
Pero, ¿qué encontró el primer obispo de Popayán? Todo y nada. Ante sus ojos y en sus propias manos se presentaba la ocasión de concretar las Leyes Nuevas que habían sido firmadas en España en 1542, para defender a los nativos. Un desafío implícito traía su nombramiento y era el de haber sido preferido un profesor de Salamanca, conocedor de los debates sobre la dignidad de los indígenas en la Escuela de Francisco de Vitoria, antes que un capellán de la Conquista, amigo de conquistadores, conocedor del quechua y testigo de bondades pero también de desafueros del propio Belalcazar y sus soldados. La voluntad de ejercer su apostolado era máxima mientras los recursos eran mínimos; no solo los económicos sino aún los humanos y logísticos. Todo debía empezar de cero: la evangelización de los nativos, la corrección de las costumbres para los españoles, la construcción de la Catedral, en fin, el ejercicio de la caridad.
Juan del Valle se convertiría en el primer seguidor de la doctrina de Bartolomé de Las Casa en el sur occidente de Colombia y el gran defensor de indios que le granjeó no pocos enemigos, lo mismo que conceptos de verdadero encomio. El lascasiano obispo de Popayán se quejaba hacia 1554 de la situación de Santiago de Arma, una de las primeras poblaciones fundadas y hoy desaparecida, según lo refiere Friede (1976):
“…Está casi despoblada, por haber el licenciado Briceño y un teniente deportado muchos indios y consentido que los soldados y mercaderes sacasen mucha cantidad de niños y niñas y padres y madres, de los cuales la mayor parte se han muerto…” (T.2, p. 221).
A su llegada buscó aplicar las provisiones que se referían a la protección de los indios; por ello denunció que algunos encomenderos ponían a éstos como esclavos para sacar oro de sus minas y otros los obligaban a trasportar mercancías a sus espaldas desde el puerto de Buenaventura hasta el interior de la gobernación. Él vio estos abusos con sus ojos de pastor y juez, lo primero por ser servidor de la Iglesia, lo segundo porque los obispos de América, a partir de 1531 y por disposición real, eran investidos por su cargo del título de protectores de indios, un título que intentó quitar las Leyes Nuevas de 1452, asignando esta obligación a las autoridades españolas pero que Juan del Valle siguió ejerciendo: vigilar las expediciones españolas, reunir a los indios en poblados, crear escuelas y decidir si se podía legitimar en determinadas circunstancias la “guerra justa” contra determinados nativos.
Por tal motivo, al develar los maltratos contra los nativos, fue recusado ante la Real Audiencia por la supuesta “ilegalidad” de sus actuaciones protectoras. Sin embargo, estaba destinado para ser la voz profética de su tiempo que clamaba en el desierto de este nuevo mundo en el que todo “era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre” usando una expresión que describe el Macondo de nuestro Nobel Gabriel García Márquez. Buscando la defensa de los indios convocó el primer Sínodo del que se tiene noticia en territorio colombiano (junio de 1555) y redactó para éste 40 artículos referentes a problemas indígenas; más adelante, en 1558 convocaría un segundo Sínodo que molestó aún más a los españoles esclavistas de indígenas: allí dispuso que ningún confesor podía absolver de sus pecados al encomendero que no hubiera restituido en derecho el excedente que se había arrebatado a los indios por encima del tributo justo. Y a los Yanaconas, indígenas pacíficos que habían venido del Perú en las distintas expediciones de los españoles, como traductores y cargueros, les enseñó el arte de la labranza, les fundó escuela y destinó para ellos amplios territorios comprados a su costa.
En cuanto a la organización parroquial y los inicios de la diocesana encontró Juan del Valle en Popayán un capellán, el padre Francisco Jiménez de Ayala, que atendía la pequeña capilla pajiza de bahareque en el costado sur donde hoy se encuentra parte del Palacio Episcopal. A Jiménez de Ayala le habían precedido los clérigos García Sánchez, Juan Pericón, Juan de Ocaña y Juan Coronel, que básicamente habían logrado sostener la fe y el culto en medio de la precariedad de la época. Por eso, debido a la penuria, lo que encontró el primer obispo en la pobre capilla fue una imagen de bulto de Nuestro Señor, un crucifijo y lo necesario para celebrar la Eucaristía, aunque con ornamento prestado (Arboleda, 1966, p. 254). No encontró más señas de trabajo pastoral pues parece ser que a su llegada el convento de la Merced, fundado por fray Hernando de Granada y fray Juan de Quesada, en 1540, de acuerdo a la Cédula Real del 10 de marzo de ese año, ya se había extinguido para concentrarse únicamente en el convento de Cali (Bueno, 1945, p. 13); aunque los Mercedarios fueron los primeros en evangelizar estas tierras sin embargo la ausencia del fundador del convento, enviado a España, minó mucho las energías de éstos.
Junto con la defensa de los indios, otra gran preocupación del primer obispo de Popayán fue la construcción de su Catedral; por mandato del mismo Del Valle (ACC V. doc. 4822, C I-11n) se pide que se inicien las obras. Sin embargo, el prelado nunca vio la construcción como la hubiera deseado y por la precariedad de los medios tuvo que conformarse con una pequeña catedral pajiza, eso sí de más amplitud que la capilla que había encontrado.
Sobre su muerte no existe una fecha común pues el padre Bueno (1945, p. 191) lo supone fallecido en Popayán en 1562, donde se dice que fueron exhumados sus restos en 1786 y trasladados a la Iglesia de la Compañía; Guitarte (1994, p. 60) en el Episcopologio Español dice que ocurrió en 1563 camino a Trento, se supone que viajando al Concilio que ignoraba ya había concluido. Sin embargo, Friede (1962) ha sido concluyente al respecto pues según su investigación murió en 1561 en Francia, luego de presentarse ante el Consejo de Indias en España, circunstancia que ha documentado ampliamente.
En 1552, con la dirección de Fray Francisco Carvajal, se establece en Popayán el convento de Dominicos acogidos por Juan del Valle y destinados a la evangelización de indios. Dispersados por todo el territorio del obispado fueron grandes colaboradores del obispo hasta que muy pronto se vieron reducidos en número debido a que “los religiosos, dedicados a la evangelización de los indígenas, perecieron en esa empresa, a manos de los naturales (tres de ellos en la región de los bugas en 1553)” (Aragón, 1930, p.193) y se cerró esta misión. Años más tarde, en 1575, escuchadas las peticiones de los vecinos de Popayán, el provincial dominico da la orden de refundar en esta ciudad un convento, fundación que acaeció a manos de fray Francisco Miranda, enseguida de la creación del convento de Pasto y subsiguiéndole las de Buga y Cali, poniéndolo bajo el patrocinio de San Sebastián.
Con el establecimiento de los hijos de Santo Domingo se pudo llevar a cabo la creación de las Doctrinas en este territorio. Se trataba de resguardos indígenas en los que se adoctrinaba a los nativos en la fe de Cristo. Así fue como a los Dominicos se les encomendaron las Doctrinas de Chisquío, Valle de Epandí y Tambo inicialmente y luego las de Popayán, Rioblanco y Palacé como anota el padre Bueno (1945):
“Así, pues, estos celosos religiosos tuvieron estas doctrinas muy bien servidas desde el 6 de septiembre de 1582, fecha del Decreto del gobernador Sancho García, que las encargó al convento de Santo Domingo, hasta el Decreto del señor [Obispo Juan Gómez de Nava y] Frías en 1719, en que los privó de su servicio” (p.13).
Junto a las Doctrinas, los Dominicos empezaron a ser un referente de espiritualidad en el poblado de Pubén. Tras no pocas dificultades, que se han de colegir del espíritu y las necesidades de la época, por fin pudieron construir la Iglesia que pusieron bajo el patrocinio de Santo Domingo, inaugurada el 10 de abril de 1588, que no es la hodierna, pues aquella perduró hasta el terremoto del 2 de febrero de 1736. Después de esta fecha la familia Arboleda asumió la reconstrucción de la Iglesia y el convento aledaño. Presidía el altar un hermoso lienzo de Nuestra Señora del Rosario, patrona de la comunidad dominica, hasta que hicieron provenir de España una representación de bulto (1589) que es la que aún se conserva. El convento de Popayán se extinguió en 1826.
También a aquella época fundacional se remonta la presencia en Popayán de los Franciscanos, que tuvo dos etapas; la primera se trató de un convento dedicado a San Bernardino, con frailes que ayudaron en la evangelización de los indígenas (desde aquí salían a las misiones de la hoya amazónica, Napo y Caquetá), el ejercicio de la caridad con los menesterosos y la dirección espiritual de muchos fieles. La segunda etapa, a mediados del siglo XVIII, se trató de un Colegio de Misiones. Sobre la primera etapa dice M. Bueno (1945) que “aunque no hay datos precisos para fijar la fecha de la fundación que hicieron los Padres Observantes del convento de San Bernardino, es innegable que ellos se establecieron en Popayán al tiempo de la conquista” (p. 68). Según Aragón (1930) este convento fue fundado entre los años 1568 y 1570, en época del segundo Obispo de Popayán, por Fray Jodoco Riquer, quien había hecho la misma fundación en Quito y que perduró hasta 1752, cuando inició el Colegio de Misiones, que es la segunda etapa de la presencia de los Franciscanos en Popayán; esta institución vio su Cédula Real el 17 de abril de 1753 y la bula pontificia de Benedicto XIV el 22 de septiembre de 1755 con el liderazgo de Fray Fernando de Jesús Larrea.
Mientras existió el Convento de San Bernardino la capilla fue pequeña y pobre. El actual templo de San Francisco fue obra del dinamismo del Colegio de Misiones con Fray Juan Gutiérrez quien insistió en iniciar su construcción el 14 de julio de 1775 bajo la dirección del arquitecto español Antonio García. En 1864 se extinguió la comunidad por falta de personal y el local del convento fue destinado a casa de gobierno hasta 1926, luego fue palacio de justicia y más tarde se convirtió en hotel.
Establecidos ya los Dominicos y los Franciscanos en la ciudad y con la venia de Agustín Gormás que pasaría a la posteridad como Agustín de la Coruña, segundo obispo de Popayán (Ob. 1564-1589), la tercera comunidad en poner su asiento en este territorio, antes incluso de su establecimiento en Santa Fe, pero después de Cali, fue la Orden de San Agustín (Pérez, p. 57-73). Aprovechando la visita que uno de los suyos hizo a esta Gobernación para redactar el informe que más tarde se conocería como “Memorial que da Fray Gerónimo Descobar, predicador de la orden de San Agustín, al Real Consejo de Indias en lo que toca a la provincia de Popayán (1582)” esta Regla instauró en primer lugar el Convento y más tarde la iglesia aledaña.
En una placa conmemorativa, colocada en el año 2004 por los mismos Agustinos en esta iglesia, con motivo de los 1.650 años del nacimiento de su fundador, se lee: “Convento e Iglesia de N.P. San Agustín, fundado y habitado por Padres Agustinos: 1578-1824”. Debido a la pérdida de los archivos de esta Orden, por muchos años la obra de M. Bueno (1876) indujo a que se pensara que los Agustinos habían llegado mucho antes de 1578, más exactamente en época del Obispo del Valle; el principal argumento consistía en que en el testamento del Obispo de la Coruña no mencionaba como una de sus obras la llegada de asiento de su misma Orden; sin embargo, era evidente que de allí no se podía colegir el hecho de que en su episcopado no hubieran llegado los Agustinos ya que el objetivo fundamental de su testamento fue expresar su voluntad para que con sus bienes se diera la creación del Convento de la Encarnación y la llegada de las Monjas Agustinas. Esta fundación se llevaría a cabo en Popayán el 20 de marzo de 1591 (Aragón, p. 213) convirtiéndose en obra pionera de educación femenina en esta zona norte del entonces Virreinato del Perú, al que la actual Colombia perteneció hasta la creación del Virreinato de la Nueva Granada (1718).
Con los estudios de Arroyo (1907) y los posteriores sobre la historia de la Provincia agustiniana de Nuestra Señora de la Gracia, (Pérez, 1994) se llegó a la conclusión de que la fundación del Convento de San Agustín fue en 1578. Sin embargo, resulta de las crónicas de la época que la fundación tuvo que haber sido después de 1583 pues el mismo Jerónimo de Escobar, agustino, en su detallado informe del estado de la provincia de Popayán (1582) no hace mención de los suyos, ni de fundación alguna; igualmente el documento Descripción de Popayán (1583) de autor anónimo, transcrito por Tovar (1993) anota al respecto: “No ay más de un obispo, un gobernador y un monesterio de françiscos y otro de dominicos”. Al respecto, la primera noticia documental de los agustinos en Popayán es de 1607 cuando firma como prior del convento Fray Luis de Cadahalso (Bueno, p. 30).
Fueron los padres Agustinos famosos en Popayán por sus misiones y su elevada oratoria que animó por dos siglos y medio el clima espiritual de la ciudad no solo en las continuas misiones entre los indígenas sino también en el templo aledaño al convento que destruido por el terremoto de 1736 fue reedificado gracias a las donaciones y el liderazgo de Jacinto de Mosquera y Figueroa. La Orden Agustina se extinguió en Popayán en 1829 como consecuencia de la Ley de supresión de conventos menores que el Congreso de Cúcuta sancionó el 6 de agosto de 1821 y que en adelante hizo clausurar definitivamente los conventos que tuvieran menos de ocho religiosos sacerdotes, destinando sus edificios a distintas obras. Por ello en el Convento de Santo Domingo iría a tomar asiento la Universidad del Cauca, en el de San Francisco la administración pública y en el de San Agustín una escuela femenina.
Así, pues, en aquellos años fundacionales, que corresponden a la segunda mitad del siglo XVI, Popayán era una ciudad agraciada. En lo eclesiástico contaba con Obispado propio, prelado residencial y, aunque pobre, una Catedral, construida en el costado sur, con su altar ubicado hacia el oriente, la puerta de entrada por el occidente y una puerta del perdón lateral que daba a la plaza, en el lote que corresponde al actual Palacio Arzobispal (Arboleda, p. 272). También contaba la ciudad con Capítulo Catedralicio, con al menos diez dignidades, y tres órdenes religiosas masculinas y una femenina, cada una con su respectiva iglesia. En cuanto al orden político, la Gobernación de Popayán tuvo desde 1563 (Z. Díaz, p. 61) a esta ciudad como centro administrativo desplazando a Cali y, por lo tanto, contaba con Gobernador, Alcalde y Cabildo. De modo que como centro de la Provincia desde aquí se iniciaron campañas de exploración y se libraron negocios y acuerdos en el campo de la minería, la agricultura y la ganadería que ya en los albores del siglo XVII pondría a Popayán en un lugar privilegiado económica y políticamente.