¡Ya llegó la Navidad!
Una luz de esperanza brilla en la historia oscura de la humanidad. Esa luz tiene rostro de niño y nace en el hogar de María y de José, las Sagradas Escrituras lo llaman Emmanuel, que significa Dios con nosotros. Ya la soledad no nos confunde, ni nos llena de temor, ya no estamos solos, en Navidad celebramos que Dios se hizo cercano, que Dios se hizo uno con nosotros.
Era necesario que Dios diera el primer paso, que tomara la iniciativa de venir hacia nosotros, porque nosotros éramos incapaces de ir hacia él. Era necesario que María, la joven de Nazaret, diera su respuesta positiva a la voluntad de Dios, y con el sí de María, se iniciaran los cielos nuevos y la tierra nueva. Ella dijo sí para que todas las respuestas negativas de la humanidad desde Adán y Eva, Caín y Abel, hasta las respuestas negativas de nuestros días, se convirtieran en un canto del cielo y la tierra: “Gloria a Dios en lo alto, y en la tierra paz a los hombres amados por él” (Lc 2, 14)
Era necesario que José recibiera el mensaje de Dios por medio del ángel: “José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya”, (Mt 1,20) y era necesario que José venciera todas sus dudas, sus celos y sus orgullos, para asumir la misión de ser el custodio de dos tesoros: De la Virgen Madre y del Niño Dios.
En el centro de la Navidad se encuentra una familia, la familia de Nazaret, José, María y Jesús, porque la cercanía de Dios comienza en la familia, porque Dios quiere hacer la nueva creación a partir de la familia. La familia es hospital donde todos encontramos la medicina de la ternura. La familia es escuela donde aprendemos a vivir la riqueza humana de la verdad, de la justicia, de la honradez. La familia es templo o Iglesia doméstica donde recibimos la luz de la fe, la fuerza de la esperanza y el torrente del amor.
En Navidad dediquemos más tiempo a la familia. Que la economía esté al servicio de una vida más digna en casa. Que la comida navideña nos una en gratitud compartiendo con los que menos tienen. Que el pesebre sea un Belén de sencillez y acogida del Salvador. Que la Novena sea un tiempo de oración alegre para contemplar la belleza de Dios con rostro de niño frágil. Que los tres reyes peregrinos nos impulsen a buscar, sin descanso, la estrella de la paz y la reconciliación.
La Navidad es mejor vivirla sin alcoholismo, sin gastos innecesarios, sin festejos desordenados, sin vanidad, sin indiferencia, sin violencia, sin pólvora. Navidad es mejor vivirla en familia, con fraternidad, con solidaridad, con oración y con la alegría que nos regala la cercanía de Dios.
¡Feliz Navidad en familia!
+Luis José Rueda Aparicio.