Carta a las familias en la Pascua
Querida familia:
La vida nos está poniendo a prueba a todos, con esta cuarentena. Vemos con más claridad que, tener familia es tener un
verdadero regalo de Dios. Redescubrimos que el hogar es un lugar de encuentro, de oración, de sonrisa, de diálogo, de sanación,
de trabajo. En el hogar nace, crece y da frutos la familia. La cuarentena nos ha llevado a estar más tiempo juntos en casa, a vivir
las cosas cotidianas con calma, sin carreras, a valorar los trabajos del hogar, a recordar los años de infancia. Nos preguntamos
sobre el sentido de la vida. Valoramos más la salud. Nos miramos hacia dentro, y así, poco a poco vamos caminando hacia una
conciencia renovada.
Recordemos la enseñanza de la Iglesia, en el Concilio Vaticano II, cuando nos dice que: “La conciencia es el núcleo más secreto y el
sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios.” (G.S 16). En la conciencia el ser humano dialoga con Dios. De esta
manera, cuando la persona ora en silencio, está allí en el sagrario de su conciencia, en comunicación amorosa con el Dios altísimo
y omnipotente. Miremos el ejemplo de Jesús nuestro Señor: “Muy de madrugada se levantó, salió y se dirigió a un lugar
despoblado, donde estuvo orando” (Mc 1,35).
El creador dialoga con la creatura, esto sólo sucede con el ser humano, porque fue creado a imagen y semejanza de Dios. Dialogar
con Él nos permite escuchar su voz en los acontecimientos grandes o pequeños de la vida, esta actitud de escucha nos renueva
desde dentro. Escuchar la voz de Dios nos enseña a detenernos y escuchar a las demás personas. A todos nos conviene
ejercitarnos en el silencio y la oración: “Oh, si escuchan hoy su voz. No endurezcan su corazón” (Salmo 94, 7 – 8).