La Evangelización es la acción de anunciar el evangelio. Evangelizar es el anuncio de Jesucristo y de su mensaje con la finalidad de que quien recibe esa alegre noticia se convierta y se bautice, Y esa es la tarea perpetua de la iglesia. Ella existe solo para evangelizar porque es un mandato que recibió de su Cabeza, Jesucristo (Mc 16,15).
Sin embargo, la evangelización es nueva cuando se realiza con nuevo lenguaje, nuevo ardor, nuevos métodos tal como nos lo indica el papa san Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio y en otros documentos de la Iglesia. Precisamente se necesita la nueva evangelización en este tiempo de la pandemia de coronavirus. Se necesita una manera diferente de anunciar a Jesucristo a la gente que se encuentra confinada en sus casas, apartamentos, etc., con el fin de protegerse del contagio del virus y para evitar que éste se propague más. Esta manera de vivir muestra que ahora las cosas no son iguales como antes. Hay una manera diferente de relacionarse con el otro. Seguramente la iglesia está en la misma barca, es decir, está viviendo la misma realidad que la gente experimenta diariamente a causa de covid-19.
La situación que ahora estamos viviendo
Casi todos los países del mundo están aquejados por el coronavirus. En cada parte del planeta, se siente el peso de esta pandemia. Es una enfermedad que ha causado muertes y sufrimiento de muchos pueblos. A raíz de este fenómeno, las actividades rutinarias están paralizadas. Varias instituciones y empresas están paralizadas. En muchos países, el transporte tanto terrestre como fluvial, y aéreo están suspendidos. En la vida social, se nota una serie de desconfianza entre la gente.
Cada uno sospecha al otro como portador del virus. La vida en grupo se está acabando porque cada uno se distancia del otro como medida preventiva para evitar contagiarse. Todos caminan con tapabocas, guantes y en algunos casos con botas. La gente no puede ir al cine, bares, restaurantes, estadios, universidades. Los templos están cerrados. La gente que se acostumbraba ir a sus cultos religiosos no lo puede a hacer. En cada noticia televisiva, radial y de redes sociales, se anuncia una avalancha de muertes a causa de covid-19. Y la tristeza más desgarradora es que ese virus todavía no tiene cura, cosa que nos desanima enormemente. Esa situación ha hecho que el mundo viviera una situación de aburrimiento, tristeza y dolor.
Para contrarrestar la propagación del virus, varios gobiernos del mundo han optado por la cuarentena obligatoria. Es decir, la gente está confinada obligatoriamente en sus casas. No hay que transitarse de un lugar al otro. El movimiento de un lugar al otro está absolutamente controlado. En fin, lo que se vive es una parálisis de la vida social con el fin de que el covid-19 no se propague.
Asimismo, la iglesia está afectada por esta situación. Los templos están cerrados y muchas actividades pastorales están detenidas tales como la celebración eucarística en templos con la feligresía, la catequesis sacramental, las visitas a las casas, la atención a los enfermos, etc. Los sacerdotes y religiosos también se encuentran en una u otra manera paralizados. Sin embargo, es importante saber que, aunque los templos estén cerrados, la iglesia no está cerrada, la fe no está cerrada, tampoco la pastoral está cerrada del todo.