Con ocasión de la Fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir de la Iglesia, cada 10 de agosto también se celebra el Día de los Diáconos Permanentes.
En el siglo III San Lorenzo fue uno de los siete diáconos de Roma que ayudaban al Papa Sixto II, quien lo nombró administrador de los bienes de la Iglesia y le permitió distribuir ayuda entre los pobres y necesitados.
En la historia de la Iglesia los diáconos siempre han sido de gran ayuda para los sacerdotes. Si bien el diácono ha recibido el sacramento del Orden, este no es propiamente un sacerdote y por lo tanto no tiene sus potestades.
El sacramento del Orden en sus tres grados –episcopado, presbiterado y diaconado– está explicado en los numerales que del 1554 al 1571 del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC).
El diácono se ordena al ministerio de la palabra, la liturgia y la caridad. Su función principal es la asistencia cualificada al sacerdote en las celebraciones y no es simplemente un “ayudante”.
El resto de funciones de los diáconos están recogidas en la constitución dogmática Lumen Gentium y en los cánones 757, 835, 910, 943 y 1087 del Derecho Canónico.
MISION DE LOS DIÁCONOS PERMANENTES
Muchas personas ven la necesidad del diácono permanente entre otros motivos por la falta de sacerdotes que se hace sentir más que todo en los campos y en los barrios marginales de las ciudades. Sin embargo, cuando se restableció el diaconado en la Iglesia Católica, el motivo no era apoyar o sustituir a los sacerdotes, sino restaurar un ministerio que desde los primeros cristianos ya existía y tenía su finalidad propia. La necesidad y razón de ser del diaconado permanente tiene pues, otras justificaciones.
Retomamos las palabras del Diácono Herney Martín Rengifo Mesías
- En primer lugar, como dice el Concilio, “parece bien que aquellos hombres que desempeñan un servicio verdaderamente diaconal, […] sean fortalecidos […] por la imposición de las manos”. (AG 16) Esto quiere decir que se quiere ayudar a laicos comprometidos a profundizar su trabajo pastoral abriéndoles un nuevo campo de acción, confiriéndoles una nueva responsabilidad eclesial y profundizando su unión con Cristo servidor de la humanidad. Así los diáconos se convierten en representantes “oficiales” de la Iglesia Católica, participando no solamente del triple ministerio de Jesucristo como todos los bautizados, sino también del ministerio ordenado.
. En segundo lugar, se busca formar responsables para el servicio a los pobres en las parroquias y a nivel diocesano, para que esta dimensión eclesial no se pierda en la pastoral. Sin los diáconos permanentes existe el riesgo de subestimar a este sector pastoral como algo secundario y menos importante para la Iglesia Católica en su conjunto. La diaconía, como se llama también el servicio a los pobres, es parte esencial de la misión de la Iglesia. Los diáconos son los garantes de esta misión.
3. En tercer lugar, son los diáconos permanentes nuevos y novedosos representantes de una pastoral rural y urbana que no solamente pretende abarcar la administración de los sacramentos en el campo y la ciudad, sino también quiere despertar el sentido de Iglesia en la gente campesina y formar comunidades cristianas en todo el área rural y urbana. Junto con los campesinos e indígenas los diáconos pueden contribuir a un desarrollo integral de las comunidades rurales, desde lo religioso hasta lo económico para llegar a una vida cada vez más humana. La necesidad del diácono permanente proviene por lo tanto no de la falta de sacerdotes, sino de la necesidad que tiene el pueblo de Dios de auténticos servidores de la palabra, los sacramentos, la caridad. Para entender el significado del diaconado permanente para la Iglesia de hoy es importante tener claro que no nace de una insuficiencia, sino de una abundancia. Es la expresión adecuada de un reforzamiento del compromiso cristiano para algunos laicos comprometidos